Ferdinand Demara, el ladrón de identidades que salvó cientos de vidas – Gente – Cultura



Las historias sobre personas que se han dedicado a lo largo de sus vidas a suplantar identidades son muy conocidas en la cultura popular. Y resulta más interesante para muchos lo que estos personajes han logrado bajo un nombre falso o, al menos, disfrazados con una vida ajena.

Uno de estos casos fue el de Ferdinand Waldo Demara, un hombre quien, a mediados del siglo XX, convirtió la suplantación de identidades en su ‘propósito en la vida’, pues, contrario a lo que muchos podrían suponer, no se trataba de una persona que tuviera una crisis clínica de personalidad.

Demara era un hombre común y corriente, como cualquier persona que sale a trabajar de su casa a las 6 a. m. mientras se toma un café o se fuma un cigarrillo. El hecho fue que, debido a las experiencias de su infancia, al crecer simplemente le llamó la atención desenvolverse en distintos contextos que el mundo tiene para ofrecer, sobre todo en esas épocas.

Vida y obra

Ferdinand Waldo Demara nació el 21 de diciembre de 1921 en Lawrence, Massachusetts (Estados Unidos). Era hijo de Waldo Demara, quien fue operador de cine en los teatros de esa población. Papá Demara era hermano de Napoleón Louis Demara, quien fue dueño de muchos de los teatros en Lawrence.

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Al ser de una familia que, de una u otra forma, estuvo involucrada en el mundo del séptimo arte, el pequeño Ferdinand decidió ir por el mismo camino.

Durante gran parte de su infancia y adolescencia, su familia gozó de una economía privilegiada. Sin embargo, la Gran Depresión hizo que tanto los Demara como millones de personas en Estados Unidos cayeran en la pobreza extrema.

Desde ese momento de crisis, el joven Demara comenzó a planificar el camino de su vida. A los 16 años, desesperado de ponerse a flote en el mundo, decidió escapar de su casa e iniciar él solo desde cero.

Sus inicios fueron junto a los monjes de la orden monástica católica en el estado de Rhode Island. Su objetivo era encontrar la austeridad, teniendo a la religión como techo para escampar. Dentro del convento, fue conocido como el ‘hermano Marie-Jerome’.

Junto a los monjes cistercienses estaría durante cinco años para luego retirarse y formar parte del ejército estadounidense en 1941. Ya en ese instante, Demara era mayor de edad. En ese momento comenzó a adoptar distintas identidades.

Los comienzos del ‘Gran impostor’

Ya con un año en el ejército, adoptó la identidad de Anthony Ignolia, quien era, en realidad, su compañero, bajo la excusa de ausentarse de las Fuerzas Armadas. Fue ahí donde regresó con los monjes, para luego unirse a los Marines.

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Demara fue trasladado, junto al cuerpo de la marina, a la base de Norfolk, todo mientras intentaba ascender en la jerarquía, sin conseguir éxito. Fue ahí cuando tomó la decisión de desaparecer, fingiendo su suicidio adoptando el nombre de otra persona.

Ya fuera de las Fuerzas Militares, Demara tomó la identidad de Robert Linton French, un oficial y psicólogo que fue compañero suyo en la Marina y que daba clases de psicología en un colegio en el estado de Pensilvania.

Fue así que hizo parte de un nuevo monasterio en el estado de Kentucky, logrando ser recomendado por el director del convento para estudiar teología y epistemología en la Universidad de Chicago (Illinois).

Tras graduarse, dio varias clases de psicología, sirvió de camillero en un sanatorio de Los Ángeles y finalmente fue instructor en el colegio mayor St. Martin (Universidad de Washington a día de hoy).

Joseph C. Cyr

El FBI estuvo tras la pista de Demara durante varios años. No precisamente por haber suplantado la identidad de varias personas, sino por haber escapado del servicio militar fingiendo su muerte.

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La justicia estadounidense finalmente logró dar con su paradero y lo condenó a seis años de prisión, de los cuales sólo pagó seis meses tras salir bajo libertad condicional. Ya libre, Demara emigró a Canadá para unirse a una nueva orden católica en New Brunswick bajo el nombre de John Payne.

En el convento conoció a un joven médico cirujano de la Universidad de Harvard, llamado Joseph Cyr. El médico acudió a él para comentarle que su deseo era volver a los Estados Unidos para trabajar.

Demara le tendió la mano, pidiéndole a Cyr varias copias de sus diplomas, con el objetivo de acudir a sus conocidos. La verdadera intención era hacerse pasar por él.

Guerra de Corea

Bajo la identidad del médico cirujano en su poder, Demara se enlistó en el Ejército canadiense, el cual estaba preparándose para luchar en la península coreana en 1953. El ‘doctor’ fue enviado al destructor HMCS Kaguya como apoyo médico.

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Para su sorpresa, y con el objetivo de que no descubrieran su fachada, Demara se terminaría convirtiendo en un héroe. Luego de varios días de combate, la enfermería estaba repleta de soldados heridos.

Fue ahí donde el ‘Doctror Cyr’ era requerido. Pese a que Demara había tomado la identidad y el título profesional de doctor de Harvard, no sabía hacer ni la incisión más sencilla.

Ante la emergencia, Damara se encerró en una habitación junto con un libro de cirugía general y comenzó a estudiar. El hombre estaba tan acostumbrado a memorizar datos que logró desarrollar una memoria fotográfica, lo cual le fue muy útil para estudiar rápidamente y convertirse en un cirujano calificado, tal cual como el Cyr verdadero. Los resultados de esos conocimientos fueron una total sorpresa para él: operó con éxito a todos los pacientes.

Pese a lo heroico, este caso terminó por desenmascarar a Demara, pues la madre del verdadero Cyr se enteró, gracias a los periódicos canadienses, que un hombre desconocido se hizo pasar por su hijo para entrar en el Ejército como un médico calificado.

No obstante, el logro alcanzado en Corea hizo que los canadienses no presentarán cargos en contra de él. Sin embargo, no pudo salvarse de ser deportado.

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Su historia de vida sirvió de inspiración para varias películas como ‘The great impostor’, la cual se basó exclusivamente en sus hazañas como suplantador de identidades.

Sin embargo, ya todo el mundo lo conocía, pues la fama obtenida gracias a sus travesías durante la guerra de Corea le valió para ser una celebridad en su país. Esto causó que se retirara de la suplantación, por lo que pasó sus últimos 20 años de vida siendo él mismo, hasta su muerte el 7 de junio de 1982, a los 60 años de edad.

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JUAN MARTÍN MURILLO HERRERA
Redacción Tendencias





Fuente: (www.eltiempo.com)

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